Terence Gower ha concebido la urbe como un espacio material plural en el que se hallan visiblemente superpuestos los diversos estratos del pasado y en el que, sin importar la masificación y la uniformidad, sus calles, construcciones, espacios públicos y habitantes aún conservan esas sutiles singularidades, agonizantes islotes de la individualidad, que tanta riqueza imprimen a la vida cotidiana. Hoteles, edificios departamentales, salones de clase, residencias particulares, campus universitarios y pabellones se han transformado en símbolo de una capital.