En Perú, sabemos que la hoja de coca es irreductible al narcotráfico; sin embargo, sus usos tradicionales se mantienen en una dimensión cultural más cercana a la informalidad cuando la especie vegetal logra vencer la demonización atribuida desde distintos poderes por casi cinco siglos. Resiste en espacios heterogéneos muy delimitados, como las prácticas rituales de la zona andina, donde se le atribuyen una serie de facultades sobrenaturales desde tiempos precolombinos.