El restaurante suele ser concebido como un espacio cuyo objetivo primordial es procurar placer. No hay duda: quienes nos dedicamos a cocinar siempre buscamos, de una forma u otra, generar satisfacción y gozo a través de nuestros platillos. Sin embargo, estoy convencida que debemos pensar nuestro quehacer como cocineras y cocineros más allá de su función hedonista. En un mundo como el nuestro -asolado por el cambio climático, la desigualdad social, la violencia sistemática, el machismo, el racismo, la degradación de la política, por solo mencionar algunos de los muchos males- el restaurante debe ser imaginado con una plataforma de reflexión y contribución positiva a la sociedad.