Dentro de pocas paredes se construye tanto que se sienten derrumbes, maremotos, marejadas y mareos. Por ventanas que son pocas se observa mucho, tanto que faltan los dígitos para contar las explosiones y las fusiones, los destellos y los incendios, los terremotos y las granizadas que inundan nuestros ojos, nuestras orejas y nuestra piel, y que nos obligan a mover todo: los muebles, los libros, las camas, la ropa, los gatos, las guitarras, la comida, las plantas...