Hastiada de las formas y labores como traductora e intérprete, Mara, en un ejercicio de fuga y soledad, se refugia en un insulso pueblo como guardiana de sala de museo. El plan incluye reducir al mínimo la interacción social, adoptar formas menos visibles y ruidosas; disimular y callar el cuerpo.
Las intenciones de Mara se diluyen en el tiempo que sus compañeros de sala, Mancha y Gato —dos caballos criollos bellamente mal embalsamados—, quedan a la suerte de un delirante taxidermista para restituir su gracia y valor históricos.