En un mundo donde todo es susceptible de copia, la reproductibilidad de las obras artísticas y culturales ya no es un tema que concierne sólo a los agentes especializados, sino a la ciudadanía en general. Los consumidores se han convertido ellos mismos en productores culturales bajo la figura del llamado prosumidor. La expansión de las redes electrónicas y el desarrollo de las tecnologías digitales han resignificado los soportes materiales de bienes intelectuales poniendo en jaque el
concepto y los límites legales del derecho de autor.