«El palacio de las uñas no tiene más propósito que el de reunir un conjunto de poemas heterogéneos de las distintas etapas en que Ortuño pergeñó esos versitos que, me atrevo a decir, operan en el lector que guste o no de ellos una infatigable conmoción de los sentidos. De la metáfora hermética y violentada a la suma de innumerables recursos de desactivación lingüística en pro del artificio, el embuste, la tesitura de discreta sonoridad y ácida ironía, su obra va evolucionando (o desarticulándose) de libro en libro sin que sea posible develar las claves de su poética singular, múltiple, enraizada tanto en la tradición clásica (sabía latín, por ejemplo) como en los impulsos ampliamente asimilados de las vanguardias históricas, en las que era experto. Parafraseando a Rubén Darío, Ortuño era un autor tan antiguo como contemporáneo. Su lenguaje fue la mecánica del juego». -Carlos Vicente Castro