Dice Abraham Cruzvillegas en La voluntad de los objetos: «Cada artista pone y construye sus propias metodologías, reglas, leyes y órdenes, mismas que, muy probablemente, en una buena cantidad de ejemplos, están y seguirán estando basadas en un conjunto, indescifrable por subjetivo, de contradicciones, llamadas estas últimas por algunos “praxis”. Precisamente, en estas contradicciones y rupturas está la riqueza de sus obras: en el riesgo». Si algo caracteriza la obra de Cruzvillegas es el riesgo implícito en la expansión temporal y formal. El riesgo inmanente en la capacidad que tiene el artista de, en palabras de Jimmie Durham, fundir en su obra los tres tiempos (pasado, presente y futuro) y de disolver las fronteras entre las distintas disciplinas artísticas (fotografía, cine, música, imagen, escultura, instalación, performance, teatro, escritura), para generar un discurso que se ciñe sólo a sí mismo, que se gesta conforme avanza, que avanza sobre la duda, y que encuentra en la construcción de la identidad una especie de faro hacia donde dirige casi todos sus esfuerzos.