El centro de este ensayo es la biblioteca que Alberto Manguel ha reunido y cuidado a lo largo de su vida. En él desgrana las experiencias que le ha deparado ser guardián y amante de sus libros: el orden en las bibliotecas públicas y el caos en la personal; la variopinta composición de la misma –mezcla de ediciones, lenguas y géneros-; la nana que le leía cuentos infantiles antes de dormir; los libros que el padre mandó cortar para que cupieran en los anaqueles, y que Manguel, al leer esas páginas mutiladas, completaba con su imaginación; los ejemplares que tuvieron que abandonar a causa de la dictadura argentina. El contrapunto de estos recuerdos lo ofrecen las digresiones, que atraen la atención del escritor y que pueden resumirse en puntuales preguntas: ¿Tienen límites precisos la compañía y la soledad?, ¿cómo nacen las ficciones inmortales?, ¿son compatibles la felicidad y la creación?, ¿cómo se relacionan el perdón, la venganza y el olvido? Entre el ensayo, la escritura memorialística y la crónica cultural, combinación que los lectores de Manguel reconocemos y apreciamos, vivimos este viaje por las peripecias que los libros nos deparan. Borges imaginó el Paraíso bajo la forma de una biblioteca; Manguel nos dice que esta, también, es la metáfora de la vida misma.