Esta publicación propone una crítica situada a las formas de injusticia que estructuran el mundo del arte: jerarquías normalizadas, violencias invisibilizadas, expectativas desmedidas de producción y una precariedad que se disfraza de vocación.
Articula preguntas urgentes:
¿Quiénes sostienen los procesos artísticos?
¿Qué cuerpos son celebrados y cuáles descartados?
¿Qué implica trabajar en el arte cuando se habita una posición disidente?
Una ética (de trabajo) en el arte no propone salidas individuales ni soluciones rápidas, sino gestos de resistencia colectiva: crear desde el cuidado, redistribuir el reconocimiento, cuestionar las estructuras, insistir en la posibilidad de hacer arte sin reproducir la violencia.