A lo largo de estos textos, tan amenos como refrescantes, queda claro que Yásnaya Aguilar ha sido capaz de ver más allá de las imposiciones y de la violencia, impulsada por su profunda pasión por las lenguas, por la lingística, por la literatura, para rebasar los confines de su nativo ayuujk y de su aprendido español, hasta acercarse a los idiomas más hablados del mundo, como el ruso, pero también a las incontables lenguas indígenas que en todo el planeta se encuentran marginadas, amenazadas y, a veces, al borde de la desaparición.