Esta obra analiza la historia de la pintura francesa en el siglo XIX tratando de definir qué es moderno de aquella pintura y en qué radica, relacionándolo con las transformaciones de París -especialmente bajo los auspicios del barón Haussman-, con la mentalidad y usos de la burguesía del momento, y con la capacidad de esa pintura de reflejar todos los cambios que se estaban produciendo en el entorno y en la sociedad.