Madame Realismo tiene el televisor prendido hace horas, años. Sin embargo, a veces le gusta salir y visitar lugares que exhiben arte, o lugares que son museos pero que no exhiben arte en absoluto. Todo se rinde ante su mirada extrañada: las obras, los comentarios del público, los montajes, las colecciones y las obsesiones de los artistas. Luego, vuelve a su casa, con su gato, con la tele, y sueña que se transforma en un catálogo. En alguna noche salvaje, va a una inauguración y anota en su libreta: Madame Realismo resultó un fraude.